Wednesday, January 24, 2007

La historia de Punichelo...conozcanla y apliquenla

Los Wemmicks eran muñecos pequeños de madera. Todos los muñecos eran tallados por un carpintero llamado Eli. Su taller de carpintería estaba en una colina con vista a su pueblo. Cada Wemmick era diferente. Algunos tenían narices grandes, otros ojos grandes. Unos eran altos, otros bajos, otros tenían un abrigo. Pero todos estaban hechos por el mismo tallador y todos vivían en el pueblo. En todo el día, todos los días, los Wemmicks hacían lo mismo. Se daban entre ellos mismos calcomanías. Cada Wemmick tenía una caja de calcomanías de estrellas doradas y de una caja de calcomanías de puntos grises. De arriba abajo en toda la ciudad, los muñecos pasaban pegándose las calcomanías el uno al otro. Los más bonitos, o sea aquellos con la madera fina y lisa y pintura fina, siempre tenían la estrella pegada. Pero si la madera era carrasposa y la pintura agrietada, los Wemmicks tenían pegado los puntos grises. Los talentosos recibían estrellas también. Algunos podían levantar grandes trozos de madera por encima de ellos o saltar por encima de una caja grande. Aun así, habían otros que sabían grandes palabras o cantar canciones hermosas. Todos les daban estrellas. ¡Algunos Wemmicks tenían estrellas por doquier! Cada vez que recibían una estrella, los hacía sentir bien. Les hacia querer hacer otra cosa para obtener otra estrella. Otros, sin embargo, hacían poco y solo recibían puntos grises. Punchinelo era uno de ellos. Él trataba de saltar tan alto como los otros, pero siempre se caía. Y cuando se caía, los otros se le acercaban para ponerle el punto gris. A veces cuando se caía, se le raspaba su madera, entonces los otros venían para ponerle más puntos grises. Entonces cuando trataba de explicarle a los otros porque se había caído, decía algo tonto y los Wemmicks le daban más puntos grises. Después de un tiempo, él tenía tantos puntos grises que no quería salir. Tenía miedo de hacer algo tonto, ya sea olvidar su sombrero o meter el pie en un charco, porque le iban a dar mas puntos grises. De hecho, tenía tantos puntos grises que los otros se le acercaban a ponerle otro punto gris sin ningún motivo. “Él merece muchos puntos grises” los muñecos de madera se decían entre sí. “Él no es un buen muñeco de madera”. Después de un tiempo, Punchinelo les creía. “No soy un buen Wemmick” se decía así mismo. Las pocas veces que él salía, se juntaba con otros Wemmicks que tenían muchos puntos grises como él. Se sentía bien al lado de ellos. Un día conoció a una Wemmick. Muy diferente a los demás que conocía. Ella no tenía puntos grises, ni estrellas doradas. Era solo de madera. Su nombre era Lucía. No era que los otros muñecos no trataban de pegarle las calcomanías, sino que no se le pegaban. Algunos de los Wemmicks admiraban a Lucía por no tener puntos, entonces corrían hacía ella para pegarle una estrella. Pero se le caía. Otros miraban que no tenía estrellas, entonces le pegaban un punto. Pero no se quedaba pegado. “Así quiero ser”, pensó Punchinelo. “No quiero tener marcas de nadie”. Entonces se dirigió hacía la muñeca sin calcomanías para preguntarle como lo hacía. “Es fácil”, dijo Lucía. “Todos los días voy a ver a Eli”. “?Eli?” Sí, Eli. El Tallador. Me siento a su lado en el taller. “ ¿Por qué?” ¿Por qué no vas donde él y averiguas por ti mismo”. “Ve a la colina. Allí está él”. Y con eso el Wemmick que no tenía ninguna calcomanía dio la vuelta y se fue. “¿Pero querrá verme él? Punchinelo gritó. Lucia no escuchó. Entonces Punchinelo se fue a su casa. Se sentó cerca de una ventana y observaba a los muñecos de madera se apresuraban en darse estrellas y puntos grises. “No es correcto”, se murmuraba a él mismo. Así que decidió ir a ver a Eli. Caminó sobre el camino angosto que lo llevaba hasta la cima de la colina y finalmente llegó hasta el gran taller. Sus ojos de madera se engrandecieron al ver el tamaño de todo a su alrededor. El banquillo eran tan alto como él. Tenía que empinarse para poder ver la superficie de un banco. Un martillo era del largo de su brazo. Punchinelo tragó gordo. “Yo no me quedo aquí” y dio la vuelta para irse. Entonces escuchó su nombre. “¿Punchinelo?” La voz era profunda y fuerte. Punchinelo se detuvo. “¡Punchinelo! Que bueno verte. Ven y déjame verte”. Punchinelo da la vuelta lentamente y ve al gran artesano barbudo. “¿Sabes mi nombre?”. El pequeño Wemmick preguntó.“Por supuesto que sí. Yo te hice”. Eli se le acercó y lo levantó y lo puso en el banco. “Hmm”, el creador habló pensantemente viendo a la vez todos los puntos que tenía puesto. “Al parecer te han puestos algunas marcas malas”. “No era mi intención, Eli. Yo trataba bastante”.“OH, no tienes que excusarte conmigo, hijo. No me importa lo que los otros Wemmicks piensan”. “¿No?”“No, y tú tampoco deberías. ¿Quiénes son ellos para darte estrellas o puntos? Ellos son Wemmicks como tú también lo eres. Lo que ellos piensen no me importa Punchinelo. Lo que más importa es lo que yo piense. Y yo creo que tú eres especial”. Punchinelo se rió. “¿Yo, especial? ¿Por qué? No puedo caminar rápido. No puedo saltar. Mi pintura se está descascarando. ¿Por qué te importo mucho?”Eli mira a Punchinelo, pone sus manos sobre sus pequeños hombros y le dice suavemente. “Porque eres mío. Por eso me importas mucho”.A Punchinelo nunca y nadie lo había visto de esa forma – mucho menos su creador. No sabía que decir.“Todos los días había deseado que vinieras”, Eli exclamó. “Vine porque conocí a alguien que no tenía marcas”, dijo Punchinelo. “Lo sé. Ella me dijo acerca de ti”. “¿Por qué las calcomanías no se le pegan a ella?”. El creador habló suave, “Porque ella decidió que lo que yo pienso es más importante que lo que ellos piensan. Las calcomanías solo se pegan si dejas que se peguen”. “¿Cómo?” “Las calcomanías solo se pegan si te importan mucho. Entre mas confías en mi amor, menos importancia tendrás en las calcomanías”. “No estoy seguro si entiendo”. Eli sonrió, “Entenderás, pero toma tiempo. Tienes muchas marcas. Por ahora, solo ven a verme todos los días y déjame recordarte que tanto me importas”. Eli levantó a Punchinelo y lo puso en el suelo.“Recuerda”, Eli le dijo a la vez que el Wemmick salía por la puerta. “Tú eres especial porque te hice. Y yo no cometo errores”. Punchinelo no se detuvo, pero en su corazón pensó, “Creo que lo dice en serio”.Y cuando lo hizo, una calcomanía gris cayó al suelo.

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